Querida Moneypenny:

Lo primero de todo, pedirte disculpas por el acoso, sí, sí, acoso, no te habrás dado cuenta pero te he estado vigilando de cerca, siguiendo tus pasos, me he repasado tu blog de arriba a abajo. Buscando pistas, indicios, rastros que me llevasen a elegir el regalo perfecto. ¡Y no ha sido fácil! Ay, Moneypenny, podría haberte regalado tantas cosas...

Quise regalarte tu ansiado Iphone 6, pero no ha podido ser por cuestiones puramente surifímeras que algún día no te contaré. Entonces intenté buscar el escritorio de tus sueños, pero tampoco pudo ser. Busqué una ciudad con hadas de papel, viajé varios días por caminos fantásticos hasta que llegué a ella por fin, pero no pude llevarme nada y olvidé el camino. Durante mi viaje recogí todas las flores mágicas que fui encontrando para poder prensarlas para ti, pero al despertar las había perdido todas, creo que se me cayeron mientras corría desesperada a la parada de la almohada de las 5:50. 
Pensé en llevarte a comer a ese sitio mágico que nos enseñaste justo a pie de cascada... pero descarté la idea pronto, no es buena época para tanta humedad, la verdad, querida Moneypenny
¿Y si le cocino una lasaña-libro? ¿Pero qué libro? Algunos pueden resultar tremendamente indigestos, mejor no.

Pregunté a un señor italiano que se pasó un día por tu blog, pero no quiso responderme, solo hacía gestos raros que pude interpretar gracias a ti. Desistí, porca troia!, seguía sin saber qué mandarte, te merecías algo mágico por ser tú tan mágica y regalarnos siempre historias tan preciosas, disparatadas, asombrosas, curiosas, delicadas... 

¿Bordar tu familia en punto de cruz? Imposible, imposible, en el cole se me daba fatal, los hilos se me enredan, la tela se me mancha... ¡Un desastre, un desastre! El punto de cruz para mí es una cruz.

Paseé por el país de los zurdos  y sentí cosquillas en mi cerebro en el país del ASMR
Pensé en enviarte un retrato mío en Rayos X, seguro que me favorecen, me harán más delgada, más huesuda si acaso... Pero no me convenció la idea demasiado.
Contacté con sociedades secretas por si ellos pudieran darme alguna pista, pero qué gente más rara, qué gente más extraña, me citaban en lugares peregrinos y decidí seguir buscando. 

Quise regalarte un ratito de soledad, pero no supe dónde comprarla.

Llamé a todas las puertas de zócalos que encontré por mi camino, pero no obtuve respuesta, sigue buscando, me decían...
Busqué objetos especiales en bazares mágicos, como la cinta métrica de Mary Poppins o esa tan bonita que nos enseñaste.
A estas alturas sufrí un ataque de pánico al que siguió un acusado episodio de Alexitimia.
Busqué en museos, archivos, bibliotecas, estudié antiguos y extraños libros de medicina natural, de anatomías imposibles, bestiarios y estudios sobre animales mitológicos. Buscaba pistas, indicios, quería el regalo perfecto.  Busqué en las bibliotecas más grandes, y en las más pequeñas

Seguí la pista  varios libros iluminados en subastas de prestigiosas casas, pero siempre había alguien que me sobrepujaba en el último momento.
Me perdí en un país de dinosaurios de plástico y pude huir en un barco pirata hecho con palillos.
Entonces le pregunté al Señor Otoño, ay, ay, me dio unas cuantas pistas, estaba por el buen camino. 
Intenté comprar entradas para la película Título, dirigida por el afamado Director de la Otra Película, Sí, ese, hombre, cómo se llama, eso, Nombre Apellido, protagonizada por ese actor tan guapo, Nombre Apellido... Pero todas las entradas estaban agotadas, querida Moneypenny. 

Y seguí viajando por tus páginas, y casi me ahogo en un mar de papel marmoleado, tuve que lavarme el pelo unas quince veces hasta que conseguí que se fuese toda la pintura. 

Recorrí bazares, zocos, mercadillos, rastros... Demasiadas cosas, ninguna cosa...

Y perdí mi tren en el andén 9 3/4, pensé que Hogwarts encontraría la solución. Ya sabes que yo siempre, siempre, siempre intento seguir al conejo blanco... Pues lo seguí esperanzada. Llegué hasta el MOMA y le pregunté a Marina en un diálogo de miradas, ella tendría que saber algo, ella tendría alguna solución, y con lágrimas de emoción en mis ojos seguí mi camino, Querida Moneypenny.

¡Escalé con un grupo de jóvenes e intrépidos aventureros una pirámide! Allí en lo alto tuve una revelación, ¡te mandaría mi autógrafo!

Decidí cerrar los ojos por un momento, pararme a pensar . No quise regalarte una Montblanc por las mismas cuestiones surifímeras que te prometí no contarte algún día. 

Pensé que con una caja de cartón podrías hacer grandes cosas, pero no terminaba de convencerme tampoco. Abrí cientos de puertas secretas.  Viaje por puentes, y encontré el bolso de tus sueños . Pero por las mismas cuestiones surifímeras no podía ser. Así que intenté encontrar el tesoro Goonie, quizá si lo encontrase podría comprarte el iphone 6, la mesa y el bolso de tus sueños y tu MontBlanc. Pero no hubo manera. 

Escalé los Alpes en busca del algún edelweiss y quise comprarte un pasaje para viajar en el Orient Express .

Y cuando ya no hubo nada más por ver en tus páginas, me di cuenta, ya lo tenía. Estaba preparada. Y había hecho uno de los viajes más maravillosos de mi vida, gracias a ti, Querida Moneypenny. Gracias a tus entradas llenas de magia. 

Y si has llegado hasta aquí, si has conseguido leer esta extraña carta en la que a trompicones intento narrar mi apasionante viaje por tu blog, te mereces un premio más, uno un poco tonto pero que a mí me hace especial ilusión. Solo avísame de que has llegado, y lo tendrás.

^_^


P.D. El regalo era esta entrada: